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Una vocación inquebrantable de querer dedicarse a la música llevó a una adolescente Luz Casal a ingeniar no pocos vericuetos para convencer a sus padres de que su sitio estaba encima de un escenario y en ninguna otra parte. Logró la persuasión y ya en Madrid, lejos de la Asturias que la vio crecer, se curtió en distintos grupos, en coros e incluso en un musical, donde interpretaba a Raquel Meller. Era inevitable que una convicción tan rotunda diese frutos rápidamente y Luz grabó un primer sencillo, El ascensor, que le valió el Premio de la Crítica en 1980. Dos años después comenzaría su carrera discográfica con un álbum homónimo sostenido por el rock en el que destacaban Ciudad sin ley y No aguanto más, de sonidos hasta entonces inéditos en el panorama musical español. Una canción de amor, Eres tú, se diferenciaba del resto y vislumbraba una versatilidad que un par de años más tarde se fortalecería con la aparición del segundo disco de Luz, Los ojos del gato. Detrás de tu mirada y Tengo bastante pronto se convertirían en éxitos y ya eran muchos los que se preguntaban por aquella mujer que había conseguido conquistar una marcada individualidad en un género, el rock, que aceptaba aún con reticencias a las mujeres, no digamos ya solistas. Luz evitaba caer en la queja fácil que otorga el victimismo y se crecía ante las adversidades, los retos y los prejuicios. Llevaba ya a sus espaldas dos discos como intérprete y compositora y una de las giras más célebres que España recuerda, El Rock de una Noche de Verano, junto a Leño y Miguel Ríos.

Aprendía a pasos agigantados lo que quería y lo que de ninguna forma iba a tolerar y tenía la certeza de que rodearse de músicos y compositores interesantes era una parte importante para quedar satisfecha con su trabajo. Así, en 1985 publica Luz III, disco en el que colaboraban, entre otros, Antonio Vega, John Parsons, Santiago Auserón y Carmen Santonja, con la que Luz forjaría una prolífica relación personal y profesional que desembocaría en canciones ahora imprescindibles en el repertorio de la cantante gallega. Rufino y Hechizado trajeron el éxito popular, reforzado por una laureada gira. Quiéreme aunque te duela, su cuarto disco, editado en 1987, dejó temas como A cada paso y Un día marrón y cerró una etapa en la trayectoria de Luz, que cambiaría de sello discográfico y ya no volvería a contar en la producción con Carlos Narea, como había ocurrido en los cuatro primeros discos.

Ya en 1989 y bajo la batuta de Paco Trinidad en la producción, Luz saca a la venta Luz V. Loca, Te dejé marchar y No me importa nada tuvieron una repercusión de tal calibre que nadie dudaba ya de que Luz era la solista española por excelencia. Es entonces cuando se atreve a aceptar la proposición de Pedro Almodóvar, que le ofrece la posibilidad de cantar dos canciones en su nueva película, Tacones lejanos. Un tema de Agustín Lara, Piensa en mí, y la adaptación de una canción de Mina, Un año de amor, suponen un punto de inflexión en la carrera de Luz. Demostró que quería abarcar todas las facetas que le fueran posibles, dando a la música el espacio que se merece, y ambas canciones se instalaron para siempre en la banda sonora de cientos de miles de personas. Comenzaba además su éxito en Francia, que se sumaba a la aceptación que ya tenía en América del Sur, corroborado en festivales como el organizado por Amnistía Internacional en Chile en 1991. Ese mismo año publica A contraluz, un disco decisivo que evidencia la esencia rockera de Luz y que además de los temas incluidos en Tacones lejanos contenía canciones como Es por ti, Un pedazo de cielo, Tal para cual o Es mejor que te vayas. Luz asimila el éxito y conjuga su ambición musical con la necesidad de salir del escaparate mediático. El séptimo disco se haría esperar cuatro años y se materializaría en 1995 bajo el título Como la flor prometida. Una hermosa canción que sirvió a Luz de bálsamo, Entre mis recuerdos, prologaba un nuevo éxito refrendado con temas como Lo eres todo, Besaré el suelo, Vengo del norte y Plantado en mi cabeza. Un recopilatorio calmaría la expectación que provocó la ausencia musical de Luz durante los cinco años en los que se marchó fuera de España y se dedicó a vivir, aprender, componer y sanar heridas. Un mar de confianza aterrizó en el año 2000 en un panorama musical y discográfico confuso que había cambiado sustancialmente desde Como la flor prometida. Mi confianza era la carta de presentación del nuevo disco de una Luz más serena. Crítica y público aplaudieron el tema y acogieron con agrado el resto de canciones, entre las que destacaba Sentir, una balada de corte italiano que destila intensidad. El éxito en Francia se corroboró con un lleno absoluto en el concierto que Luz ofreció en el mítico teatro Olympia de París.

En 2002 se publica Con otra mirada, del que se extraen tres singles: Ni tú ni yo, Dame un beso y A veces un cielo. Luz se dedica a reforzar su prestigio internacional, que se extiende más allá de las fronteras galas. Sencilla alegría, editado en 2004, hace el número diez en la discografía de Luz. Un nuevo día brillará suma un nuevo éxito en su carrera y la cantante astur-galaica alcanza niveles altísimos en la composición, como demuestran Mi memoria es agua o Para un cínico. Continúa su relación con el cine y, tras ganar un Goya a la mejor canción por los temas que realizó para El bosque animado, Alejandro Amenábar incluye su versión de Negra sombra en la oscarizada película Mar adentro.

En enero de 2007, Luz interrumpe su gira europea y cuelga una carta en su página web en la que anuncia que padece cáncer. Aún le quedan fuerzas tras la operación para asistir, dolorida, a un festival organizado por la Asociación de Lucha contra la Leucemia en Lisboa, donde interpreta Gracias a la vida, Piensa en mí y Esta tarde vi llover. “He de deciros que mi actitud es la de coger el toro por los cuernos”, sentenciaba, haciendo gala de la infatigable fuerza que siempre la ha caracterizado y que la llevó, de adolescente, a conseguir su más íntimo deseo: dedicarse a la música. Luz comenzó a trabajar, a componer, a escribir y a responder con gratitud a todos aquellos que le enviaban regalos y ánimos. Fiel a su personalidad, luchó contra la enfermedad y evitó que se convirtiera en el epicentro de su vida, logrando que no la tumbara. En pleno tratamiento acudió al festival de Glastonbury. También asistió al concierto de los Rolling Stones en el Vicente Calderón, cerrando un círculo simbólico que se abrió cuando, veinticinco años antes, en 1982, año de la publicación de su primer disco, Luz acudía al mismo estadio para ver al mismo grupo. Esa vitalidad encomiable la volcó en Vida tóxica, su undécimo disco, que trajo bajo el brazo Sé feliz como primer single y que fue, un éxito más en su larga trayectoria porque Luz tiene el mayor de los éxitos, el que consiguen las personas cuando sin hacer ruido, dan una lección de coraje valentía y amor.

Ahora Luz, con su nuevo álbum La Pasión cuya fecha de lanzamiento está prevista en Septiembre, propone un hermoso viaje por canciones clásicas y en su mayoría desconocidas del folclore latinoamericano y que cuenta con la producción de Renaud Letang (Feist y Manu Chao) y los arreglos de Eumir Deodato (Frank Sinatra, Björk o K. d. lang). El célebre fotógrafo de modas Jean Baptiste Mondino es el encargado de la portada del nuevo álbum, que se editará a nivel mundial bajo el sello Blue Note, especializado en discos de blues y jazz. Hasta entonces y durante todo el verano, Luz, acompañada de una extensa banda, ya ha iniciado la gira en la que descubre algunos de los temas del nuevo álbum y repasa sus canciones más laureadas.

Su sitio web oficial: http://www.luzcasal.es


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